Stop Machismo
Hombres como los de antes...

¿Comentarios privados o agresiones públicas?


septiembre 2007



La columna de opinión Mujeres como las de antes, obra de Arturo Pérez-Reverte, ha levantado amplia polémica. Stopmachismo nos sumamos a todas las voces que han denunciado el machismo y la homofobia de tal nota y reivindicamos el derecho a criticar públicamente aquello que se escribe para el público. Pues si Javier Marías dice que "Cuando nos echamos a la calle miramos y somos mirados, juzgamos y somos juzgados", debería admitir que cuando escribimos criticamos y somos criticados. Sí, "todo el mundo es igualmente libre de fijarse en los viandantes y opinar sobre ellos", pero también somos libres de condenar la agresividad, el insulto y el machismo presentes en un artículo en el que...
- De una mujer se dice que merece un piadoso escopetazo, como los caballos
- De otras, que son "focas desechos de tienta"
- Con la anacrónica expresión "marmota dominguera" se desprecia a un amplio sector de mujeres trabajadoras
- Se dice que los gays no son "varones normalmente constituidos"
- Se llama imbéciles a quienes distinguen entre el sexo biológico y la construcción social del género
E igualmente criticamos a quienes, sin caer en tales excesos, los encubren citando sólo las partes "aceptables" del libelo de APR.
En defensa de nuestros "reductos de libertad", lo repetimos: el artículo de APR agrede a las mujeres y a los gays, y con la misma arma, la palabra, replicamos, sin insultos pero con claridad.

Por su interés, reproducimos otros comentarios 
El machismo de los famosos

Es obvio que vamos avanzando. Hoy los señores  Pérez Reverte, Javier Marías - si aún pudieran  Cela, Umbral y unos cuantos por el estilo-, para defender su machismo recalcitrante deben refugiarse en “los pocos que no vamos a pasar por ese aro”, como finaliza Javier Marías su  artículo “Mozas no muy gallardas”, de El País semanal del domingo 30 de septiembre. Hemos logrado que al día de hoy, sus comentarios tan burdamente sexistas, sean el recurso que encuentran para generar impacto  – porque al menos como manifestación pública no podemos negar que es todo un desafío-. Nadie mejor que ellos lo saben, saben  que no pasarán inadvertidos y que  se  ganarán un lugar en el mundillo de este tipo de famoseo, que parece interesarles más aún que vender muchos ejemplares. De cualquier manera pensemos que hasta no hace tanto representaban la maculinidad hegemónica en la que no había distinción entre ellos y los que Marías acusa de “mujeristas” sólo por intentar otras maneras más solidarias de sentirse hombres.
Después de constatar en XL Semanal lo bastos que además  pueden ser Pérez Reverte y Marías en estado puro, una sola pregunta por  simple cuestión de ética ¿por qué a ellos se les permite seguir disfrutando de reconocimiento social, cuando comentarios públicos del mismo tenor pero en plan racista, homófobo o referentes a  otro tipo de discriminación, seguramente hoy acabarían con la fama de cualquier escritor reconocido?

Susana Covas

Arturo, no seas imbécil
 

Valiéndonos del derecho de réplica tras tus "aullidos propios de nuestro sexo –no género, imbéciles–" (sic), permítenos este apunte:
Es propio de canallas o imbéciles refugiar sus actos tras una comunidad ajustando los aullidos de sus disparates a los del "género" en que se amparan, en tu caso el de nostálgicos del 51.
Todas las semanas varias mujeres mueren acuchilladas, golpeadas o de un escopetazo y en ocasiones las "razones" de sus asesinos no tienen más enjundia que las que enumeras: arquear las piernas, carecer de gracia... Ellos, como tú, también las ven como a "caballos" y las desprecian. Creen saber cómo deben vestirse, dicen tener piedad o incluso matarlas por amor. Algunos se suicidan tras su crimen. Lamentable. Todo muy lamentable.
A ti no te pedimos tal cosa, sólo que pienses en las consecuencias
de lo que escribes. Fomentar un lenguaje violento hacia las mujeres
nutre el caldo de cultivo que justifica la violencia física y psicológica que
muchos hombres ejercen sobre ellas y desapruebas. ¿Qué te pasa entonces, acaso tiene más importancia tu rencor que ellas?
Una sugerencia. Cuando te tiente hacer un paréntesis en tu actividad de novelista para largarte una perla como esta  metido a columnista, párate un momento a pensar y pregúntate antes: "¿Pa qué? ¿Pa
cagarla?".
comentario sacado de la lista de comunicación
entre los miembros de
Hombres contra la desigualdad de género
APR: un hombre como los de antes
 
Empezaré por lo más gordo de la columna "Mujeres como las de antes" escrita por Arturo Pérez-Reverte (APR):
se nos cruza una rubia de buena cara y mejor figura, vestida de negro y con zapatos de tacón, que camina arqueando las piernas, toc, toc, con tan poca gracia que es como para, piadosamente –¿acaso no se mata a los caballos?–, abatirla de un escopetazo

Despreciable, pero no ignorable. Pues APR no puede desconocer que todas las semanas mueren asesinadas varias mujeres,  a “escopetazos”, arma blanca, golpes, etc. Que sus asesinos tampoco las ven como algo más que caballos y que, en muchos casos, también se han considerado piadosos (“dónde estará mejor que conmigo”) y, desde luego, sabiendo mucho mejor que ellas qué es lo que las conviene, qué ropas, qué calzados, qué amistades, qué horarios…
Sin duda, era una metáfora. APR no quería matarla. El lector lo sabe. ¿Dónde está el problema? El problema está en el hondo desprecio hacia las mujeres reales que emana de su columnilla. No, no incita a matar, pero sí fomenta y promueve una cultura del “todo vale”, de complicidad entre “machotes”, del insulto inmotivado, una “cultura”, ideología en realidad, sobre la que sustenta una larga cadena de injusticias que va desde múltiples micromachismos en los que casi todos incurrimos hasta la violación, el maltrato y el asesinato. Lo de APR es tan “inocente” como lo es, en un asesinato racista, ese personaje, incapaz de matar a una mosca, que se pasa el día diciendo “todos vienen a robar”. Es decir, inocente del crimen, sí, pero responsable del racismo.

No, no ha sido una frase excesiva en un momento de calentamiento. Pues no va sola. Veamos esta otra:
Haciendo, por cierto, darse por aludidas, sin fundamento, a unas focas desechos de tienta que pasan junto a nosotros vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada; creyendo, las infelices, que nuestro «por allí resopla» va con ellas.
¿Cómo se atreve a calificar de “focas desechos de tienta” a unas mujeres cuyo pecado era ir “vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada”? ¿Por qué se permite tanta mala educación APR?

¿Y su anacrónico clasismo? ¿No comprende que ese anacrónico “marmota dominguera” (trabajadora del hogar disfrutando de su domingo libre) parece sacado del lenguaje de un señoritingo fascistón del postfranquismo?

Sigamos. Nostalgia infantil de los tiempos en que…
las niñas, en el recreo, se recogían con una mano la falda del babi y procuraban caminar como las mujeres mayores, con suave contoneo condicionado por la sabia combinación de tacones, falda que obligaba a moverse de un modo determinado
Nada tengo, claro está, contra ningún contoneo libre, contra los taconazos ni contra ningún tipo de faldas, cada cual anda, viste y calza como le da la gana y mejor se siente. Pero hacerlo “por reglamento”, para condicionar y obligar a ciertos movimientos, parece algo ya muy lejano, aunque, al parecer, sigue teniendo partidarios. ¿Dónde ha estado este hombre encerrado los últimos cuarenta años?

Un poquito de homofobia, para que no falte de nada. Coincido en la belleza impresionante de las mujeres que cita, aunque sólo es cosa de gustos. Lo cierto es que cualquier hombre, hetero u homo, puede tener opiniones sobre la guapura de las mujeres… y sobre la de los hombres, claro, salvo que el pavor se lo impida. ¿Pero de dónde se saca él que cualquier varón normalmente constituido preferirá a Kelly que a Grant? ¿A qué viene ese estúpido “biologicismo”, esa heteronormatividad? ¿Con qué episcopalianas razones osa decir que no está normalmente constituido un hombre homosexual que se pirre, no por “dar la vida” -vaya estupidez, suena a eso de “patria o muerte”- sino por pasar la vida, o una parte de ella, retozando con alguien tan esplendoroso como el señor Cary Grant?

Y esto nos lleva a “la teoría”. APR tilda de imbéciles, en  otra muestra de muy mala educación, a quienes consideramos que muchos de los comportamientos habituales entre los varones no derivan de nuestro sexo biológico sino de una concreta historia de interrelaciones entre la construcción social de los géneros hombre/mujer y nuestras trayectorias y decisiones personales. Por ejemplo, el que las mujeres carguen con el trabajo doméstico no es algo “propio de su sexo”, sino marca de género. En realidad, muy pocas cosas hay que dependan del sexo biológico. Nada tengo en contra, y hasta comprendo, que Sofía Loren arranque aullidos a APR, pero no entiendo a cuento de qué lo considera como “propio de nuestro sexo”. No todos los hombres, heteros u homos, aúllan, y tengo una amiga que ruge cada vez que aparece Sofía Loren. Diferenciar entre “sexo” y “género” es hoy emancipatoriamente útil para evitar que se naturalicen comportamientos que están marcados por el signo de la desigualdad social, no por los genitales.

Bien, titulé este artículo “Hombres como los de antes”, pero desgraciadamente no es cierto. No estamos ante los restos de un “antes”, sino ante la expresión no vergonzante de lo que ahora sigue siendo. En mayor o menor grado, todos somos APR. Nos queda mucho camino por recorrer. No se entienda esto, por tanto, como una demonización de APR, cuya vida íntima desconozco y que quizá haya hecho muchas menos machadas que yo. Se trata de que hay expresiones públicas que no debemos dejar pasar por alto, pues tienen consecuencias. Se trata de que, como dice Michel Flood, para ser “antisexistas” no debemos esperar a habernos transformado en perfectos no-sexistas.

No estamos hablando de una obra literaria, en la que autor y personajes difieren. Hablamos de una columna de opinión. Me ha sorprendido leer en algún foro que al tratarse de un artista había que admitirle cierto margen de “incorrección política” y de grosería, como tributo a su genialidad. Grosería, desde luego, hay mucha, su escrito rezuma mala educación, de “la de antes” y de “la de ahora”. Dejemos de lado el cuento de lo “políticamente incorrecto”, expresión absurda bajo la que se protege a cualquiera que pueda ser criticado, como si por eso fuera ya un hereje perseguido por la inquisición. Así que vamos al grano. Esto no tiene nada que ver con la condición literaria de APR, a mí no me interesa su obra literaria, pero lo mismo diría si el artículo lo hubiera escrito Javier Marías, uno de los más grandes escritores contemporáneos, del que, por cierto, me indignó su “Mozas no muy gallardas” encubridor de lo que  realmente había escrito APR.

No pretendo “censurar” este tipo de artículos, pues creo que deben poder escribirse y publicarse, aunque me parezcan infames, y menos aún llamo a un “boicot” de la obra de APR, aunque a mí me aburra. Nada de eso, ni censura ni boicot. Se trata, pura y simplemente, del contenido machista de la columnita “Mujeres como las de antes”, que merece ser contestado, dada su gravedad. Aunque cierto es que la fama de Arturo Pérez-Reverte lo hace más necesario, ya que da más difusión a sus opiniones y, por tanto, tienen más consecuencias. Si insulta en público, se le responde en público.

Miquel Monserrat
Cretinos embites

Ya sabíamos que A. P. Reverte tenía poco que decir, y que lo poco que decía en sus exitosas novelas no tenía que ver con su persona, en general celosamente preservada para la función de escribir novelas de éxito. Hace tiempo que sospechábamos que cuando decía tan poco era porque no tenía mucho que decir, y que el personaje-escritor-de-éxito había suplantado ya plenamente a la persona que habita y que fue, por otra parte, ya conocida sobradamente por su falta de criterio en las cosas en las que se le reclamó una opinión que comprometiera o fijara su posición en la vida real. Recordando a Celaya diríamos que A. P. Reverte vive en el lujo cultural de los neutrales. En la forma más abundante de malditismo.
Eso que precisamente dice al final la mujer de su grosero artículo, eso que el autor le hace decir, es precisamente un resumen paradójico de lo que el autor hace en su artículo, es decir: cagarla. El que eso ha escrito es A. P. Reverte persona, quizá mareado, o estimulado, por la presencia (real o imaginaria) del personaje al que hace como que acompaña (en realidad él quisiera que Marías le acompañara a él, primus inter pares), sintiéndose así una especie de Unamuno al que acompañara Baroja por el mundo de los lectores que les leen (que leen sobre ellos) fuera de las novelas y los ensayos, paseando civilmente por la vida de los demás y queriendo dejar constancia de eso, de que también están en la vida de los demás, de que son como todo el mundo, siendo como es: cada uno en su lugar, aunque ellos en el suyo, mucho más relevante, ¡qué se le va a hacer!
A Marías (¡Dios te salve, Marías!) lo leen unas 15.000 personas por novela, no es mucho, pero es suficiente para él, según él mismo ha dicho. A Reverte (Arturo Pérez) lo leen muchísimas más, y muy deprisa. No creo que busque APR, por lo tanto, aumentar el número de lectores o de ámbitos de escritura, simplemente entendemos que en su artículo parece (sin querer parecerlo, por eso creo que es un lapsus, aunque no inocente, nada lo es) está celoso de los que escriben bien y tratan de decir algo, algo que esté por debajo del argumento de lo que escriben y que comprometa al que lo escribe; pero ya sabíamos que A. P. R. tenía poco que decir y que, de decir algo, sólo sería capaz de urdir líneas como las del artículo éste tan estúpidamente fuera de lugar. Seguramente, y porque APR tendrá amigos que le aconsejen, de seguir así pronto dejará de hacer incursiones en la litetarura de lo real, aunque sólo sea por no espantar a algunos de los cientos de miles de lectores que le leen, pues habrá entre ellos quienes por estos lapsus del autor persona renieguen del personaje-escritor-de-éxito y dejen de comprar sus aventuras de la vida que está en otra parte. Porque cuando APR se asoma con el oficio (de escribir) a la vida cotidiana resulta que lo confunde todo y esperamos de esos amigos que le suponía (o de los editores que cuidan del personaje, aunque fuera) le convenzan para que deje de asomarse a la vida cotidiana, a nadie le hace falta, y menos que a nadie a él mismo. Y si lo hace que lo haga embozado, como los canallas de sus novelas, y en silencio.
Cuando a Coetzee le entregaron el Nobel de Literatura y con ocasión de ello leyó un discurso que no tengo ahora a mano y del que desconozco el título pero que estaba centrado precisamente en el compromiso inevitable de la persona que escribe con lo que escribe; decía Coetzee a propósito de eso que uno de sus libros favoritos era Robinson Crusoe y explicando por qué al final del brillante escrito hacía referencia al autor del libro, un tal Dafoe, decía, un intruso en la novela que relata Crusoe, pero que sin duda algo tendrá que ver en el asunto.
En fin, APR nos ha enseñado cómo puede llegar a hacer el ridículo paseando al personaje propio fuera del ámbito en el que está a salvo (bajo el título de la portadas de sus novelas y en la solapa que lo publicitan a él) y se hace persona, saliéndose de los libros en los que habita y de los argumentos en los que vive para darse una vuelta por la vida real, en la que vivimos los otros que no somos seres de su autoría. Vuélvase usted, Arturo, a la vida sencilla y plagiada de la literatura (plagiada de la literatura y no de la vida real, como muy bien demuestra en sus novelas) y abandone su afán por la vida material en la que nos debatimos y esforzamos algunos pocos para que la ley esté entre los que somos y estamos, incluido usted. Vuélvase usted a las solapas de sus novelas... a la vida plagiada de la vida de la literatura... y no nos engañe con sus paseos con los autores, y si es el caso que no puede usted evitarlo, pasee usted con doña Corín Tellado o con el señor Pemán, con sus espíritus o ectoplasmas, da igual, porque en el millonario número de lectores de ambos encontrará la comprensión y transcendencia que no encontrará en el nuestro, mucho más reducido y que, en el fondo, no le interesa en absoluto. Pero mucho nos tememos estos pocos que su arrogante estupidez personal le obligará a insistir en mostrar su carácter y opinión sobre los temas de hoy mismo en artículos y entrevistas, trando, no ya de aumentar el número de lectores (cosa ya de por sí difícil, puesto que no hay más), sino con la intención misma con la que el pocero ese tan popular últimamente trata de hacer ahora una incursión en el acopio de arte y cultura, tratando de convertirse en un prócer Médici del siglo XXI. Ambos, el pocero y usted andan en ese afán de ser reconocidos en ese otro ámbito que ahora apetecen, y por el que parecen estar dispuestos a exhibirse tal cual. Y no pudiendo evitarlo estos pocos indignados por sus cretinos embites, trataremos de advertir y contestarles, a usted, el escritor escriturado y al pocero prócer, porque... no nos resignamos...
 
Octavio Colis



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