Pedro
Adrados Vázquez La castración química a pederastas y violadores reincidentes octubre 2007 Pedro Adrados Vázquez es psicólogo El debate es tan intenso como dividido. A nivel legal, los expertos consideran "rigurosamente inaceptable" la aplicación de la "castración química" en el sistema español, ya que es "incompatible con los principios constitucionales", y en concreto con el artículo 15 de la Carta Magna. Por otro lado y desde el punto de vista médico, los especialistas alertan sobre la "ineficacia" de la castración química de los pederastas y violadores y han advertido de que "el impulso violento se mantiene pese a la disminución de la testosterona", señalando incluso que "la sensación de incapacidad que experimenta un pederasta tras haberle practicado la castración química los vuelve más violentos". A todo lo anterior se suman opiniones a favor y en contra en función de si esta medida se considera o no, un tratamiento complementario sin exención de pena ni beneficios complementarios. Vayamos por partes. En primer lugar, en mi opinión la delincuencia sexual en todas sus variantes es un tema central que no puede ser tratado como si fuera un delito ordinario, puesto que las víctimas, mujeres y niña/os, están en clara desigualdad y desprotección respecto a sus victimarios (mayoritariamente varones adultos). Además resulta inadmisible que sabiendo, como saben las autoridades con bastante precisión, que un delincuente sexual tiene muchas posibilidades de volver a violar, lo dejen en libertad sin más. Bajo mi punto de vista, ningún pedófilo debe esté fuera de control legal, incluso después de haber cumplido la pena. En el caso de los violadores, si existe riesgo de reincidencia, también es exigible el control legal. La realidad se empeña en demostrar que un sistema excesivamente garantista con el delincuente sexual acaba siendo injusto y perjudicial para las víctimas (mujeres y niño/as en su mayoría). Colocándonos en el rol de padres de una hija, ¿no nos gustaría saber cuando va a salir un pedófilo o un violador que presenta una altísima probabilidad de reincidencia, y en qué condiciones?, ¿no nos gustaría saber si nuestro sistema legal, además de castigar al delincuente, nos protege del delito, cuando éste está anunciado? A pesar de que la ley no contempla la posibilidad del castigo preventivo, creo que existen medidas ya utilizadas y contrastadas en otros países como por ejemplo, el brazalete policial, las listas públicas de los delincuentes sexuales, el tratamiento y seguimiento especializado y personalizado, etc. Más allá del debate ético-legal, creo firmemente que la castración química además de voluntaria, no debe conmutar parte de la pena ni conllevar ningún tipo de beneficios penitenciarios. La razón es obvia, la motivación que incite su aplicación debe ser la conciencia de daño a la víctima y su deseo de reparación, y no la esperanza de salir antes de la cárcel. Como psicólogo, además de las medidas policiales y judiciales oportunas, me interesa sobre todo la intervención psicológica con estos delincuentes sexuales. Y me preocupa más aún, al ver la forma en que se está interviniendo en algunas de las cárceles de nuestro país a este respecto. Hace unos días pudimos observar en un documental, un programa psicoterapéutico de carácter grupal llevada a cabo en la cárcel de Brians (Barcelona). La intervención consistía básicamente en la aplicación a los intervinientes de una serie de técnicas de control de impulsos y análisis de distorsiones cognitivas, junto con un intento de desarrollar un cierto grado de empatía hacia la víctima. No nos engañemos, un padre que ha abusado repetidas veces de su hija, o violador reincidente, no se ‘cura’ en unas cuantas sesiones grupales. Resulta ingenuo pensar que la aplicación de un paquete de técnicas psicológicas estándar, va a propiciar un cambio en la mente de estos delincuentes sexuales que ofrezca unas mínimas garantías tras su salida de la cárcel. Ese cambio (si ocurre), será el resultado de una intervención psicológica más personalizada y especializada. Personalizada porque además del formato grupal, sería deseable que éste se acompañase con sesiones individuales en las que puedan encararse problemáticas particulares enraizadas en la historia familiar y personal de cada uno. Y especializada, por la necesidad del abordaje de cuestiones como: ¿por qué los violadores o pedófilos son, prácticamente en su totalidad, varones?; ¿por qué las víctimas son mujeres y niñas/os? ; ¿qué papel tiene la diferencia de poder entre el delincuente sexual y la víctima?; ¿se trata de una satisfacción meramente sexual o entran en juego también deseos y fantasías integradas en su identidad masculina?; ¿qué peso tiene la necesidad de autoafirmación masculina? Quienes nos dedicamos a la psicología, sabemos que los hombres que acuden a consulta por problemas sexuales no lo hacen por falta de placer sino porque no se sienten suficientemente hombres. Su problema no tiene que ver tanto con el placer sexual sino con su identidad masculina. Si abordamos únicamente el placer sexual no estamos dando en el blanco. Así pues, se hace necesario un enfoque de género que atraviese transversalmente una intervención terapéutica más profunda e individualizada. Igualmente sería recomendable la implementación de un seguimiento pautado y regulado judicialmente tras el cumplimiento de la pena. Pedro Adrados Vázquez Psicólogo |